Un espacio personal de reflexión sobre la Historia y otras curiosidades.

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miércoles, 1 de mayo de 2013

El Tratado de Verdún.


Ya analizamos en una ocasión anterior el Imperio de Carlomagno, el cual supuso un intento por renacer el esplendor del antiguo Imperio Romano.
Pero su muerte en el año 814 va a truncar este deseo. Le va a suceder su único hijo superviviente, Luis, apodado el Piadoso (814-840), un monarca con poco carácter y débil que provocó el desvanecimiento de la gran obra de su progenitor.

Carlomagno y su hijo Ludovico Pío.
El tratado de Verdún fue firmado en el año 843 por los tres nietos de Carlomagno, Lotario, Carlos el Calvo y Luis el Germánico, suponiendo la división de un imperio que ya nunca volverá a unirse. Cerró un periodo de continuas luchas por el poder, además de suponer el nacimiento de dos nuevos estados que llegarán hasta nuestros días, Francia y Alemania.
Contraviniendo los consejos de su padre, Ludovico Pio (también llamado así) dejó que el Papa,  en este caso Esteban IV, le coronase emperador en Reims, lo que le arrogaba a éste la capacidad de nombrar emperadores, poniendo de manifiesto la superioridad del poder espiritual sobre el terrenal, del Papa sobre el emperador. Fue un acto de sumisión que su padre no hubiera permitido.
Desde un principio la intención de Ludovico Pio siempre fue la de mantener la unidad del imperio, a pesar de que con ello rompía con la tradición franca del reparto equitativo de la herencia entre los sucesores.

Lotario, primogénito de Luis el Piadoso.
De esta forma en el año 817 publica la “Ordinatio Imperii”, una disposición según la cual el imperio y la mayor parte de sus territorios pasarían a su primogénito Lotario, mientras que al resto de sus hijos les otorgaba una serie de territorios periféricos y siempre subordinados a Lotario. Pero la muerte de sus principales colaboradores, quienes apoyaban esta idea, y la guerra intestina entre sus vástagos, truncó esta nueva concepción del estado franco.
La situación se complicará aún más tras el nacimiento de un nuevo hijo de Ludovico, Carlos el Calvo, resultado de la relación del monarca con su segunda mujer, Judith. La intención de Ludovico fue la de otorgar a su nuevo vástago una dote territorial, a lo que sus hermanastros, Lotario, Luis y Pipino, se opusieron; estos van a revelarse contra su padre, derrotándolo de forma humillante en la batalla de Lügenfeld (833), pues el ejército de Ludovico se pasó al bando de sus hijos. Los hijos llegan incluso a destronar a su padre, pero ante el temor por parte de Pipino y Luis de que Lotario acrecentara su poder y prestigio, deciden devolvérselo.
En el año 839 muere Pipino. La intención del monarca fue la de otorgar sus territorios a Carlos, pero en este caso la nobleza aquitana se niega, mostrándose partidarios de que esos derechos pasaran al hijo de Pipino, Pipino II, abriéndose un nuevo conflicto en la ya difícil situación.
En el 840 muere Ludovico Pio, y Lotario, en virtud de lo dispuesto por su padre en la “ordinatio imperii”, intenta imponer sus derechos. Estalla de esta forma el conflicto entre éste y sus dos hermanos que logran derrotar al primero en la batalla de Fontenay (841).
Carlos y Luis van a reforzar su unión en los llamados “Juramentos de Estraburgo” (842) donde se consolida la división del imperio y ambos hermanos, junto a sus generales, se juran fidelidad y no realizar trato alguno con Lotario sin el acuerdo mutuo. La importancia de ese documento trasciende lo político, pues supone el más antiguo documento que se conserva en francés y alemán primitivo.
En este clima de inestabilidad se hace necesario un acuerdo entre los tres hermanos. Tras largos meses de negociación se llegará a un acuerdo, el Tratado de Verdún (843) donde se reafirma la división irrevocable del imperio.

División del Imperio Carolingio tras el Tratado de Verdún (843).

Carlos el Calvo recibe la parte occidental, origen de la actual Francia, Luis el Germánico la oriental (origen de Alemania) y Lotario una estrecha franja central que iba desde el mar del Norte hasta el norte de Italia, incluyendo las dos cortes imperiales, Aquisgrán y Roma.
El título imperial continuaba en manos de Lotario pero siendo algo nominal y sin nigún tipo de autoridad sobre sus hermanos. Además en este tratado se establece que los territorios repartidos forman parte del antiguo Imperio Franco y los tres hermanos ostentarían el título de “rey de los francos”.
Lamentablemente esto significaba el desmembramiento del Imperio de Carlomagno, un imperio que apenas sobrevivió a su muerte. La ratificación de esta división tendrá lugar en tratados posteriores como fueron Mersen (870) y Ribemont (880).
Pero esta no fue la única consecuencia que tendría este tratado, sino que presenta otras más profundas e importantes en el devenir histórico. Entre ellas va a destacar la pérdida de poder real en favor de la nobleza. Los reyes cederán parte de su poder para ganarse el apoyo de los señores, algo que se convirtió en fundamental durante esos años de conflictos. El régimen feudo-vasallático propio de la Edad Media, donde el monarca sólo era “uno entre iguales” (primus interpares), tiene aquí su consagración.

domingo, 28 de abril de 2013

Los Visigodos e Hispania.

La época romana supuso la creación de la primera unidad territorial de la península Ibérica. Bajo el yugo romano, Hispania vivió varios siglos de prosperidad llegando a convertirse en una de las zonas más romanizadas del Imperio.

División del Imperio Romano (395 d.c.) y la penetración de pueblos bárbaros.
El progresivo debilitamiento del Estado Romano, ya patente en el siglo III de nuestra era, permitió la penetración de numerosos pueblos bárbaros en el territorio imperial. Desde el siglo V estas invasiones fueron cada vez más frecuentes, lo que propiciará, en poco tiempo, su caída.

Distribución de los pueblos bárbaros en Hispania (siglo V).
En cuanto a la Península Ibérica, los primeros pueblos en llegar serán, a partir del año 409, Suevos, que ocuparán el noroeste de la península, Alanos, que se asientan en la meseta, y Vándalos, al sur. En este contexto se producirá la llegada de otro pueblo invasor, los Visigodos.
Los visigodos constituían una de las ramas en las que se dividieron los Godos, pueblo germánico procedente del norte de Europa (posiblemente de la actual Suecia). Desde aquí fueron desplazándose paulatinamente hacia el sur hasta quedar establecidos en el siglo II d.c. en la región de la actual Ucrania. Es aquí donde se dividen en las dos ramas mencionadas:  los Ostrogodos (o godos de oriente) que permanecerán por el momento por estas regiones, y los Visigodos (o godos de occidente) que continuarán su marcha hacia el oeste. Ya en el año 270 d.c. se constata el asentamiento de los Visigodos  en la Dacia como federados del Imperio, por lo que debían apoyo militar a los romanos a cambio del asentamiento pacífico en estas regiones (estos pactos se conocen como foedus).
Posteriormente, y como consecuencia del empuje de los Hunos, pueblo de las estepas asiáticas, los Visigodos se ven obligados a penetrar en el Imperio, lo que les fue permitido en principio; pero los enormes abusos a los que fueron sometidos provocó su sublevación llegando al enfrentamiento directo con Roma, acontecimiento que tendrá su episodio más destacado en la batalla de Adrianápolis (378 d.c.). La victoria del ejército visigodo, tres veces inferior al romano, fue espectacular, lo que les permitió llegar a la misma Roma, aunque no pudieron tomarla. Se dirigen a Constantinopla, fracasando en su intento de conquista, por lo que quedan asentados en los Balcanes.

Entierro de Alarico, de Heinrich Leutemann (1895).
Con el emperador Teodosio establecen un nuevo pacto, aunque la muerte de éste y la división del Imperio que hizo entre sus hijos Honorio (hereda la parte occidental del Imperio) y Arcadio (emperador de oriente) provocó un vacío de poder que aprovecharán los visigodos de Alarico para iniciar campañas de devastación por el Imperio de Occidente. Alarico llega a sitiar Roma, hasta que finalmente consigue asaltarla y asolarla durante tres días (año 410). Alarico intenta asestar un golpe definitivo al Imperio trasladándose a África, pero fracasa, por lo que decide dirigirse al norte de Italia, donde muere. Es su sucesor Ataulfo quien decide continuar las campañas hacia la Galia donde se instalan en el año 411. En el año 416 firman la federación con Roma a cambio de expulsar a los pueblos bárbaros que se habían instalado en la península Ibérica. En el año 418 Roma les otorga definitivamente el foedus. Se asientan en el sur de la Galia y se crea el Reino de Tolosa.
Entre los años 416 y 476 logran acabar con Alanos y Vándalos ( estos últimos se trasladan al norte de África) en Hispania, mientras que los Suevos quedan confinados en el noroeste.
Con la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, momento en que su último emperador Rómulo Augústulo es depuesto por Odoacro, rey de los Hérulos, el reino visigodo, que se extendía desde el Loira al Tajo, alcanzará su independencia, consolidando su poder tanto en la Galia como en Hispania.
Pero pronto los visigodos recibirán la presión de otro pueblo germánico, los Francos, quienes finalmente, y tras la batalla de Vovillé (507) logran expulsar a los visigodos de la Galia, quienes se trasladan a Hispania, situando su nueva capital en Toledo. Se cree que el número de visigodos que llegaron a la Península fue escaso, entre 150.000 y 250000, frente a una población hispanoromana de unos cuatro millones de habitantes (aunque esto depende de las fuentes consultadas, pues hay quien eleva la cifra hasta los seis millones), a los que controlaron sin grandes esfuerzos. El carácter belicista y guerrero de este pueblo, unido a la poca fuerza de la nobleza hispanoromana, explican el rápido control del territorio.
Ya instalados en Hispania, y desde su capital de Toledo, los visigodos van a llevar a cabo la unificación del territorio. Estos fueron muy impopulares desde un principio; el intento por imponer su lengua y costumbres contribuyó a ello. Esto explica su derrota frente a los bizantinos de Justiniano (518-565) quienes ocupan el sur de la península, desde Huelva a Cartagena.

La península Ibérica en torno al año 560.

Leovigildo (572-586) será quien acabe con los suevos, confinados en la zona de la actual Galicia (585), controla la Bética, reduce la presencia bizantina en el sur, además de lograr el control sobre determinados grupos indígenas del norte como vascones, cántabros y astures.
En la bética tuvo que hacer frente a la sublevación de su hijo Hermenegildo, quien con apoyo bizantino, se convierte al catolicismo (los visigodos profesaban el arrianismo) y se levanta en armas. El foco del levantamiento se centró en Sevilla, ciudad que fue sitiada y tomada por Leovigildo en el 584. Hermenegildo es apresado y exiliado en Tarragona, donde muere asesinado.
Desde el punto de vista jurídico Leovigildo promulgó el llamado "Codex Revisus", donde se promueve la igualdad legal entre visigodos e hispanoromanos, derogando la ley que prohibía los matrimonios mixtos.

La península Ibérica durante los reinados de Leovigildo y Recaredo.
El principal problema al que se enfrentó Leovigildo fue la confrontación religiosa entre visigodos, de credo arriano, y la población peninsular, de confesión católica. Sin embargo ese problema se resolverá con su hijo y sucesor Recaredo I (586-601), quien se convierte al catolicismo, no sin tensiones, pues tuvo que hacer frente a la sublevación del clero visigodo que contó con apoyo franco. La mala coordinación entre los rebeldes permitió su derrota.
Conversión de Recaredo, de Muñoz Degrain (1888).
Será finalmente en el Tercer Concilio de Toledo (589) donde se confirme la conversión al catolicismo, consiguiéndose de este modo la unidad religiosa del reino.
Con Suintila (621-631) se consigue la rendición de los vascones y la expulsión definitiva de los bizantinos del sur, quienes desde la época de Sisebuto (612-621) habían reducido su presencia al Algarbe, completándose la unidad territorial de la península.
Suintila intentó en vano adoptar el carácter hereditario en la monarquía, además de fortalecer el poder del monarca frente a la nobleza. Esto provocó una sublevación por la que fue depuesto. En el IV Concilio de Toledo fue excomulgado, confirmado el carácter electivo de la corona y elegido su sucesor, Sisenando (631-636). Este último tuvo que hacer frente a una importante sublevación por parte de los partidarios de Suintila, centrado en la Bética, pero que finalmente controla gracias al apoyo del reino franco.

Corona de Recesvinto.
Recesvinto (649-672) promulgó el "Liber Iudiciorum" (654), magna ley basada en el derecho romano que derrogaba todas las anteriores y que ponía fin a las desigualdades jurídicas entre godos e hispanos.
En el plano político no pudo evitar el progresivo debilitamiento de la monarquía visigoda, cuyo carácter electivo fue un factor de constante inestabilidad.
Wamba (672-680) intentó acabar con todas estas distensiones políticas, lo que desembocó en una nueva revuelta nobiliaria y su caída en el 680.
Le seguirán treinta años de enorme inestabilidad en el reino que culminará con la llegada al trono de Rodrigo (710-711) muy cuestionado por determinados sectores de la nobleza y los herederos de su  predecesor Witiza. Se inició una nueva lucha por el poder, donde los witizanos, que apoyaban la subida al trono de Agila II, hijo de Witiza, reclaman la ayuda de los musulmanes del norte de África. Estos, al mando de Tarik, desembarcan en Gibraltar venciendo a los ejércitos de Don Rodrigo en la batalla del Guadalete (711). Los conflictos internos de la monarquía visigoda y la indiferencia mostrada por la población, explican la caída del reino visigodo y la rápida expansión musulmana por la península. Una nueva etapa en la Historia de España daba comienzo. Nace de esta forma Al-Andalus, abriendo un periodo de más de siete siglos de presencia musulmana.

sábado, 27 de abril de 2013

El desastre de Annual.


En 1898 España perdió, a manos de EEUU, todas sus posesiones de ultramar, restos de un gran imperio forjado tras el descubrimiento de América en 1492. Pero en África, en torno a 1860, España había iniciado una importante actividad expansiva que se verá reforzada a principios del siglo XX.
Tras la Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior tratado con Francia de 1912, ambos países se van a repartir el norte de Marruecos. España va a consolidar de esta forma su presencia en el continente africano.
En virtud de ambos tratados se establece un protectorado franco-español, ocupando España la zona del Rif. Se trata de una franja montañosa con escaso valor económico. El interés español se centraba en las posibilidades mineras de la región (demostradas escasas más tarde) o la construcción del ferrocarril, pero sobre todo, lo que va a buscar es la restauración del prestigio del ejército español, muy devaluado tras el Desastre del 98.

Protectorado español tras los acuerdos con Francia en 1906 y 1912.

La opinión pública en el país no pensaba lo mismo. Existía en la población un sentimiento general de rechazo hacia la guerra colonial, sobre todo entre las clases populares, de donde se reclutaban la gran mayoría de los soldados. Los defensores del expansionismo eran realmente pocos, quizás una parte del ejército vinculado a la figura del rey Alfonso XIII y que eran denominados como africanistas.

Abd El-Krim  (1882-1963).
Pero el control y pacificación de esta región no va a ser nada fácil para el gobierno español, más bien todo lo contrario. La oposición por parte de la población indígena del Rif fue constante desde un principio. Organizados en cabilas  hacían frente al ejército español. Surgieron numerosos líderes entre los que destacaron Al-Raisuni, pero sobre todo, Abd El-Krim, quien se alzará como uno de los más fieros enemigos de la ocupación española. Nacido en Axdir (actual Marruecos) estudió derecho en la Universidad de Salamanca, sirviendo como traductor en la administración colonial española en Melilla.

El ejército español en el Rif estaba compuesto por la Legión, tropas de regulares, mal preparados y equipados, y por tropas indígenas, muchas de las cuales se rebelaron contra los españoles una vez iniciadas las hostilidades.
Estas circunstancias explican los numerosos reveses que sufrieron las fuerzas españolas, como lo ocurrido en 1909 en el Barranco del Lobo, donde murieron más de 1000 soldados españoles.
Tras estos acontecimientos, el gobierno de Maura decide aumentar la presencia militar en la región, por lo que moviliza fuerzas reservistas, contexto en el que se enmarcan los hechos de la Semana Trágica de Barcelona, una revuelta popular contra la guerra de Marruecos.
A partir de los años veinte y tras el paréntesis de la Primera Guerra Mundial, las acciones de los rebeldes rifeños se van a multiplicar. Como respuesta, el gobierno español intenta poner en marcha varias iniciativas con el objetivo de lograr el control definitivo del protectorado. De este modo colocan al frente de las tropas coloniales al general Silvestre, personaje muy vinculado al monarca y partidario, al igual que éste, del ataque a las tribus norteñas.
En el verano de 1921 el general Silvestre decide llevar a cabo una importante operación contra la cabilas de Abd El-Krim. El objetivo principal consistía en llegar hasta el peñón de Alhucemas, zona con fuerte presencia de rebeldes.

Operaciones militares durante el conflicto de Annual.

La retirada  tras el fuerte empuje rifeño, llevada a cabo sin apoyo de artillería, se convirtió en una verdadera carnicería, pereciendo más de 13.000 hombres, entre los que se encontró el propio general Silvestre.
La derrota de Annual provocó un enorme debate en la opinión pública centrada sobre todo en la deficiente organización del ejército; los soldados eran enviados a la zona de guerra mal pertrechados, incorporados al frente con un solo mes de instrucción cuando la legislación vigente obligaba al menos a tres meses; muchos calzaban alpargatas, los fusiles eran antiguos y escaseaba la munición y las piezas de artillería. A todo esto se unió la torpe actuación del general, una actuación que rayó la negligencia.

Más de 13.000 soldados perecieron en Annual.
El debate social se trasladó al Parlamento donde republicanos y socialistas pedirán la depuración de responsabilidades y la retirada inmediata de las fuerzas africanas. Mientras, en las calles se sucedieron importantes protestas, sobre todo en las grandes ciudades.
Toda esta presión permitió la creación de una comisión militar encargada de investigar lo sucedido. Fue el llamado Expediente Picasso, encargado al general de división Juan Picasso, quien tuvo que hacer frente a numerosas trabas impuestas desde el gobierno y el propio ejército.

Caricatura irónica sobre el Expediente Picasso.
El informe rebelaba cuestiones muy espinosas que suponían la implicación directa del soberano en el desastre. Sin embargo, el informe tuvo poco recorrido, pues antes de que el Congreso emitiera un dictamen al respecto tuvo lugar el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923) quien, con el beneplácito del rey, se hizo con las riendas del gobierno.
La crisis política, los problemas sociales, pero sobre todo la crisis colonial, impulsan a Primo de Rivera a dar el golpe, instaurando una dictadura que no depurará responsabilidades por estos acontecimientos, quizás porque la cuestión hubiera llegado muy arriba, implicando a altos cargos miliares, políticos y al propio rey.
Durante la dictadura el problema colonial fue un asunto central para Primo de Rivera, llegando incluso a asumir el Alto Comisionado de Marruecos en 1924.  En 1925 y con apoyo francés, se organizó un desembarco en Alhucemas, una operación que resultó exitosa y tras la cual el líder rifeño Abd El-Krim se rinde y se entrega al ejército francés. En 1927 se dio por concluida la ocupación y el control sobre el protectorado.

viernes, 15 de febrero de 2013

La Gran Armada.

Uno de los acontecimientos que a lo largo de la Historia más ha contribuido al desprestigio de España es, sin duda, el fracaso de la Gran Armada, o también conocida como la Armada Invencible, término atribuible a la propaganda inglesa del momento y que contribuyó al reforzamiento de la Leyenda Negra española.

Felipe II (1527-1598).
Me gustaría comenzar aclarando un aspecto importate, pues el objetivo que perseguía Felipe II con la creación de esta enorme escuadra no era la de invadir y anexionar Inglaterra, como generalmente se cree, sino más bien tomar la isla y deponer a la reina Isabel I, quien con su política de hostigamiento marítimo a España estaba provocando cuantiosas pérdidas a la corona.
Podemos afirmar que las relaciones entre ambos países, al menos hasta 1568, se mantuvieron en parámetros pacíficos, pues ambos centraban sus miras en la cada vez más poderosa Francia, en estos momentos gobernada por Enrique II. Durante el reinado del emperador Carlos los conflictos entre España e Inglaterra fueron escasos, siendo el acertado juego diplomático del monarca español lo que permitiera el matrimonio entre su hijo Felipe y María Tudor, hija de Enrique VIII. Ésta reinará Inglaterra entre 1554 y 1558, momento éste de su muerte sin herederos, lo que provocó el ascenso al trono de su hermanastra Isabel I.
Pero como hemos indicado anteriormente y centrándonos en el tema que nos ocupa, es a partir de 1568 cuando estas relaciones, digamos "amistosas", se tornan, y es que la actividad corsaria inglesa se va a intensificar.

Francis Drake (1540-1596).
Sobre estas fechas el pirata inglés John Hawkins arrasó Veracruz, uno de los grandes puertos americanos en la Carrera de Indias. Hawkins, quien logró escapar por poco tras estos hechos, iba acompañado por un joven que daría enormes quebraderos de cabeza a la corona española, Francis Drake. Este último será el protagonista de una importante expedición a centroamérica en 1572, donde saqueó varias ciudades, haciéndose con un enorme botín de plata  que llevó a Inglaterra. En 1577 será de nuevo Drake quien tras atravesar el estrecho de Magallanes, remonta Sudamérica llegando a El Callao, ciudad que saquea. Más tarde realiza nuevos ataques a la flota española escapando finalmente por el Pacífico, completando la vuelta al mundo antes de regresar a Inglaterra. Tan importante gesta le valió ser armado como Caballero por la propia Isabel I.
Pero ahí no quedarán las correrías del corsario inglés; en 1585, al mando de 25 naves y más de 2000 hombres, saquea Vigo, luego se dirige a América, donde hace lo propio en Santo Domingo, toma y arrasa Cartagena de Indias y San Agustín de Florida. Estos acontecimientos van a  precipitar los acontecimientos. Felipe II sopesa la situación; el creciente acoso marítimo inglés junto al apoyo sajón a los rebeldes de los Países Bajos son motivos más que suficientes para el inicio de las hostilidades. Para mas inri, Isabel I perpetúa el anglicanismo en Inglaterra. Felipe II lo tuvo claro, comienza de esta forma la guerra anglo-española.
La decisión ya estaba tomada en 1586. Una gran armada partiría hacia Inglaterra y depondría a su reina. El proyecto inicial fue ideado por Álvaro de Bazán, gran marino al servicio de la corona, quien prefería el ataque directo partiendo desde la penímsula. Sin embargo esta idea fue modificada tras su encuentro con Alejandro Farnesio. Este último prefería una primera parada en los Países Bajos, donde un nutrido ejército sería embarcado. De esta manera se evitaría el tránsito por el Atlántico, mucho más peligroso que atravesar el Canal de la Mancha. Mientras los españoles preparaban la operación, Drake lanza de nuevo sus zarpas contra España; en 1587 ataca Cádiz.

El plan comenzó mal desde el principio. Álvaro Bazán muere a principios de 1588 y su sustituto, un incrédulo duque de Medina Sidonia, sin experiencia en el mar, se hace cargo de la operación.
La flota, compuesta por 130 naves, 8000 marinos  y 19000 soldados parte de Lisboa el 20 de mayo de 1588. El mal tiempo sorprende a la flota, que se ve obligada a fondear en La Coruña durante más de un mes. El 22 de julio parten hacia los Países Bajos, llegando a Calais el 6 de agosto, sucediéndose en el trayecto varias reyertas con los ingleses que no provocan daños serios. Nuevos ataques ingleses tienen lugar en este indefenso puerto, provocando varios hundimientos en la escuadra española. Una vez reorganizada la flota los españoles salen a la captura de las naves inglesas, que aprovechando su superioridad de maniobra, eran barcos más ligeros, logran escapar, además de provocar, dada su eficaz artillería, importantes bajas. La llamada batalla de las Gravelinas se decanta del lado inglés.
Tras este primer envite, las condiciones meteorológicas harán que la flota española no pueda volver al Canal de la Mancha, por lo que no tendrán otra opción que bordear las islas. Y será esto, junto a los ataques de los barcos ingleses y holandeses, lo que consume el desastre. Muchos navíos se vieron obligados a desembarcar en Escocia e Irlanda, donde las tripulaciones fueron masacradas. Otros corrieron mejor suerte escapando hacia Noruega. El resto de la flota, unos 66 barcos, irán llegando a los puertos del norte de la península. La mitad de la flota se había perdido y el intento de invasión de Inglaterra desvanecido. Rotundo fracaso que el rey Prudente  sentenció en una frase: "yo no mandé a mis naves a luchar contra los elementos".

"Defensa de Cádiz contra los Ingleses", Zurbarán (1634).


Sin duda, y fruto de la Leyenda Negra, las consecuencias de esta derrotan siempre han sido exageradas. Bien es cierto que España perdió gran parte de su flota y prestigio, pero su poderío, todavía patente, hizo que su comercio con América no se viera afectado más allá de lo que venía siendo habitual. La piratería inglesa redobló sus tropelías, aunque sufrieron importantes reveses a partir de 1590, y es que los intentos por tomar La Coruña, Lisboa o las Azores terminaron en fracaso. Igual suerte corrió una expedición inglesa a Las Antillas, donde además murieron Drake y Hawkins. Tras esto los ingleses atacan Cádiz en 1596, apoderándose de un fuerte botín de oro procedente de América.
En 1604 ambos países firman la paz. Será éste un importante punto de inflexión, pues a partir de este momento Inglaterra verá en el mar una oportunidad de crecimiento que se consumará a partir de mediados del siglo XVII, y España por su parte, perdió la oportunidad de asestar un golpe definitivo a una de sus grandes rivales.

viernes, 14 de diciembre de 2012

El mayor imperio jamás creado.

La caballería fue la base del potencial bélico mongol.
Quizás poco conocido, fruto sin duda de nuestro pertinaz eurocentrismo, el Imperio Mongol pasa por ser el mayor imperio conocido de todos los tiempos. Ni el Imperio Romano en la Antigüedad, el español en la modernidad o el inglés más recientemente, pueden competir con el imperio creado por los Monk-wu, como así mismos se denominaban. Dos importantes cuestiones van a propiciar la creación de tan importante imperio: por un lado la fortaleza de su ejército, constituido por una hábil caballería, tendrá en su gran movilidad una de sus grandes ventajas. Además el dominio del arco acentuará esta supremacía en el campo de batalla. Y por otro lado destacar el uso de la pólvora como elemento de guerra.
Este pueblo, formado por un gran número de tribus nómadas dedicadas a la trashumancia, tenía su núcleo original en la región de la actual Mongolia, en torno al lago Baikal.

Gengis Kan (1167-1227).
Será Temudchin, en 1196, quien logre unificar una serie de tribus bajo su poder, siendo elegido Kan (Máximo Gobernante). Logra crear un poderoso ejército, lo que le permite iniciar una importante expansión y unificar a todas las tribus mongolas. En 1205 será nombrado por la Asamblea de nobles (Kuoriltai) como Gengis Kan (Supremo Governante).
Mediante la Ley Yasak logra organizar un gran ejército con el que pretende dominar el mundo bajo su autoridad. A partir de aquí la expansión mongola será espectacular.
Entre 1205 y 1209 conquista el reino de Hsi Hsia, lo que le servirá de trampolín para la ocupación de china septentrional (1211-1216) llegando a Pekín, que es arrasada.
A partir de 1218 la expansión se produce hacía el oeste, tomando con suma facilidad el turquestán, Samarcanda, llegando al río Volga. En 1222 vence a los rusos en Kalka lo que le va a permitir controlar las extensas estepas asiáticas.

Conquistas llevadas a cabo por Gengis Kan.

En 1227 muere Gengis Kan cuando intentaba sofocar una rebelión en el reino tangu de Hsi Hsia, procediéndose al reparto de su vasto imperio entre sus cuatro hijos: Dietch, Chagatai, Tului y Ogodei. Será sobre este último en quien recaiga el título de Gran Kan.
A Ogodei se debe la verdadera formación y organización del gran imperio mongol. Se establece una capital definitiva en Karakorum, que se convertirá en el centro administrativo del imperio.
Durante este periodo se somete al imperio chino y Persia. Su sobrino Batu toma Kiev (1240) y penetra en Polonia y Germania, teniendo lugar en 1241 la batalla de Liegnitz, cuya victoria les permitirá a los mongoles llegar a las mismas puertas de Viena. Poco después tiene lugar la batalla del Sajo, donde el ejército húngaro es aniquilado. La caída de la vieja Europa bajo el yugo mongol parecía cuestión de tiempo, pero la muerte de Ogodei hace que los mongoles desistan y se retiren. Los grandes generales se ven obligados a volver a su capital con motivo de elegir al nuevo Gran Kan. Europa se ha salvado por poco.
En 1251 Batu funda el Kanato de la Horda de Oro, al occidente del imperio, lo que va a permitir consolidar el control sobre el sur de Rusia. Su capital, Saray, se va a convertir en un importante centro de comercio a donde comerciantes genoveses y venecianos llegarán en busca de los preciados productos orientales.
En 1251 Mongka es elegido Gran Kan, quien organiza dos ejércitos al frente de los cuales coloca a sus dos hermanos, Kublai y Hugalu. Este es el momento en que el Imperio Mongol alcanza su máxima expansión.

El Imperio Mongol en su momento de máxima expansión.

Hugalu conquista de nuevo a la Persia sublevada y funda el kanato de Il. Destruye Bagdad en 1258 poniendo fin al califato abasida. Además llega a Alepo y Damasco, controlando de esta manera Siria. En 1260 los mongoles sufrirán unas de sus pocas derrotas en sesenta y cinco años; en Ain Yalut son derrotados por los mamelucos quienes impiden la penetración mongol en Egipto.

Kublai Kan  (1260-1294).
El sucesor de Mongka será su hermano Kublai, quien logra conquistar la China de los Sung. Se hace nombrar Emperador de los chinos, inaugurando la dinastía Yuan. Intenta por dos veces conquistar Japón, aunque en sendas ocasiones su flota es hundida.
Será éste un periodo de bonanza y prosperidad. Se reactiva el comercio y los contactos con occidente, sobre todo tras la llegada de Marco Polo, quien es acogido por el Gran Kan en su corte de Pekín, capital y centro neurálgico del imperio.
Sin embargo a estas alturas los signos de debilidad del imperio ya eran evidentes. Kublai Kan había centrado todo su esfuerzo en la zona oriental, lo que provocó una progresiva autonomía de la zona occidental. Los Kanatos mas occidentales iban ganando en independencia a la vez que las sublevaciones en el corazón del imperio se multiplicaban. A la muerte de Kublai la descomposición del gran imperio mongol se concreta.
El imperio Yuan se mantendrá hasta 1368, cuando una sublevación da el poder a la dinastía Ming. En occidente, el Kanato de Persia, muy islamizado a la altura de 1300, se mantiene hasta 1335 y la Horda de Oro se fragmentará en una serie de Kanatos, algunos de los cuales, como es el caso de Crimea, perdura hasta finales del siglo dieciocho.
Un último intento por renacer el imperio mongol lo lleva acabo Timur Lenk, conocido en Europa como Tamerlán. Se considera a él mismo descendiente del gran Gengis Kan y logra restablecer parte del prestigio mongol entre 1336 y 1405. Partiendo de Samarcanda somete Irán y los dominios de la Horda de Oro. Derrota a los árabes en la batalla de Angora en 1402, deteniendo el avance turco otomano hacia Europa. Su muerte sobreviene cuando planificaba la conquista de China, suponiendo el último gran momento de apogeo del pueblo mongol.

Imperio de Tamerlán (1336-1405).

martes, 30 de octubre de 2012

¡DIOS LO QUIERE!...

Con esta frase finalizaba su intervención en el Concilio de Clermont (1095) el Papa Urbano II, dando inicio a uno de los acontecimientos más importantes de toda la Edad Media europea, las Cruzadas.
Éstas constituyeron una serie de campañas militares, las cuales se extienden desde 1095 a 1291 y que tendrán como principal objetivo liberar los Santos Lugares, aquellos territorios que habían sido testigos de la vida y muerte de Jesucristo.

Las Cruzadas, 1095-1291.
El expansionismo de los turcos selyúcidas, acaudillados por Alp Arslan, hará que estos logren arrebatar Jerusalén, la Ciudad Santa, a los fatimíes de Egipto. La intransigencia religiosa de los selyúcidas, muy diferente a lo vivido con los fatimíes hasta ese momento, provocará la ruptura entre Occidente y Oriente. Sin embargo, esta cuestión no explica por sí sola un movimiento que se desarrolla durante dos siglos.
Los bizantinos, es decir, el Imperio Romano de Oriente, presentes en Anatolia, serán también derrotados por los turcos, o más bien, masacrados, tras la batalla de Mancizerta o Manziquerta (1071). Esta derrota hará que los bizantinos se replieguen, entregando gran parte de sus territorios asiáticos, reduciéndose estos a la zona costera de Asia Menor. La conmoción en la sociedad bizantina, con la amenaza turca muy cerca de su gran capital, así como en Occidente, fue profunda. Alejo I Comneno se verá obligado a pedir ayuda al Papado, y ello a pesar de haberse producido unas décadas antes el llamado Cisma de Occidente (1054), que significó la división de la cristiandad en dos iglesias, la católica y la ortodoxa. El Papado no iba a dejar escapar esta oportunidad, y como forma de demostrar su poder sobre la iglesia oriental, se decide por la ayuda.
A parte de estas cuestiones concretas y puntuales, hay otras causas, quizá estructurales, que sumarán al hecho de las Cruzadas. El belicismo de una sociedad feudal europea, en un momento de relativa calma, tendrá en estas campañas una válvula de escape para sus ansias guerreras y expansivas; Fue ésta además, una época de un especial fanatismo religioso, lo cual supo encauzarse para servir a este fin. Hay que tener en cuenta que el Papado decretó la indulgencia plena y el perdón a todos los pecados a aquellos que participaran en la liberación de los Santos Lugares del yugo infiel, reservándose el paraíso para los caídos en combate. Otras razones de índole económica, como la búsqueda del control de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental, ahora en manos turcas, o de índole social, caso del espectacular crecimiento de la población europea entre los siglos X y XIV, una población que se duplicó en este periodo, explican este fenómeno.
Como ya hemos señalado la petición de ayuda realizada por el emperador bizantino Alejo I, será respondida afirmativamente por el Papa Urbano II, quien llamará a Europa a la guerra santa.
La denominada Primera Cruzada puede dividirse en dos momentos. En primer lugar, y precediendo a la cruzada nobiliaria, se organiza en Europa la llamada Expedición de los Pobres. Sin embargo, el término usado por este humilde escribiente (...se organiza...) dista mucho de la realidad a tenor de las consecuencias.

Pedro el Ermitaño con sus huestes cruzan Europa hacia Jerusalén.
Tras el llamamiento realizado por el Papa,  una gran masa de campesinos, mendigos y desheredados, se habla de unos treinta mil, movidos por un fuerte fanatismo, comenzaron a agruparse en el centro de Europa. Dirigidos por Pedro de Amiens, ermitaño y predicador, se encaminan hacia los Santos Lugares, sembrando el terror por aquellos territorios por lo que transitaban. Muchos de ellos fueron aniquilados por el camino, y los pocos que consiguieron llegar hasta Constantinopla, sembraron el desconcierto en la persona de Alejo I. El emperador bizantino había pedido ayuda a Occidente, pero no era esto lo que esperaba... una turba de desharrapados, mal armados y sin dirección, poco podrían hacer frente a los rudos ejércitos turcos. Por suerte, Alejo I, se apresuró a enviarlos a oriente, donde finalmente son masacrados por búlgaros y selyúcidas.

La Primera Cruzada.
Poco después llegarán a Constantinopla los ejércitos cruzados dirigidos por Roberto de Normandía o Godofredo de Bovillon entre otros nobles europeos. El cuantioso ejército tampoco atrae las simpatías del emperador bizantino, pues ve en ellos excesivo espíritu de lucha, lo que podría colocar a la expedición dentro de unos límites que no convenía a Bizancio. De todas formas éste no impuso inconvenientes a los cruzados quienes finalmente llegan a Asia Menor y Siria. Tras tres años de combates y gracias a los abastecimientos propiciados por las flotas de ciudades italianas, muy interesadas en la recuperación del control comercial del Mediterráneo oriental, los cruzados toman Jerusalén. Sólo fueron necesarias cinco semanas de asedio.

Disión del territorio tomado por los cruzados.
La ciudad Santa y los territorios adyacentes constituirán el reino de Jerusalén, al frente del cual quedará Godofredo de Bouillon. El resto de nobles participantes en la expedición de dividirán el resto del territorio conquistado en una serie de principados y condados dependientes del reino de Jerusalén mediante lazos vasalláticos; de este modo el régimen político, social y económico de la Europa del momento se traslada a Oriente.
Pero pocas décadas después la situación del reino de Jerusalén se irá agravando debido a conflictos internos surgidos entre los propios cruzados y al empuje turco, quienes se resistían a dar por perdidos estos territorios. De esta forma se produce la reconquista por parte del islam de Edesa (1144).


Tras las incesantes peticiones de Bernardo de Claraval, se va a organizar una expedición de socorro, será la Segunda Cruzada (1147-1149). En ella participarán dos reyes, Luis VII de Francia y Conrado III de Germania. Las disputas internas van a propiciar el fracaso de esta Segunda Cruzada que tendrá su colofón con la toma de Jerusalén por el sultán Saladino en 1187, tras derrotar a los cruzados en la batalla de Hattin. Más allá del fracaso de esta expedición cabe señalar la participación de dos reyes en ella. Ya no eran fuerzas feudales autónomas, sino monarquías, señal inequívoca de los progresos de unificación que estaban consiguiendo los distintos estados europeos.

Ricardo "Corazón de León".
Este nuevo estado de cosas va a propiciar la organización de la Tercera Cruzada (1189-1192). Caída Jerusalén, los principales monarcas europeos unificarán fuerzas para su recuperación. Felipe II Augusto de Francia, Ricardo Corazón de León de Inglaterra y el Emperador Federico I Barbarroja se lanzan a la aventura. Federico I morirá en 1190 al intentar cruzar a nado el río Salef. Ricardo y Felipe lograrán tomar San Juan de Acre, aunque Jerusalén continuará en manos de Saladino. Felipe y Ricardo deciden regresar a Europa, no antes sin pactar con Saladino el permiso de entrada para peregrinos cristianos a la ciudad. Durante su regreso, Ricardo de Inglaterra cae prisionero de Enrique VI de Suabia en la isla de Sicilia.
En 1202 el Papa Inocencio III animará a los reyes europeos a una nueva cruzada, la Cuarta (1202-1204), esta vez dirigida hacia Egipto. Con el fin de obtener el apoyo de Venecia y su flota, los cruzados comenzarán por tomar Zara y Dalmacia. A continuación, los cruzados, encabezados por el dux Enrico Dandolo, deciden apoyar al príncipe bizantino Alejo, quien consiguió escapar de Bizancio tras el golpe de estado perpetrado por su tío Alejo III. En 1203 tiene lugar la conquista de Constantinopla por parte de los cruzados, y ante la huida de Alejo con el tesoro imperial, estos proceden al saqueo y toma de la ciudad (1204). Se funda de esta manera el Imperio Latino de Oriente, al frente del cual quedará Balduino de Flandes.
En 1212 tiene lugar uno de los acontecimientos más tristes de todo este periodo. Una gran cantidad de jóvenes, movidos por el fanatismo religioso, son embarcados en Marsella en la llamada Cruzada de los Niños. Los armadores, lejos de enviarlos a los Santos Lugares, los trasladan a Alejandría donde serán vendidos como esclavos.
Las consecuencias de la Cuarta Cruzada provocaron las protestas del Papa Inocencio III, pues el resultado de la misma se había alejado de su verdadero objetivo, librar Jerusalén del poder mahometano.
Tras ello el propio Papa impondrá a Federico II la organización de una nueva expedición, es la Quinta Cruzada (1228-1229). El emperador se dirige a San Juan de Acre, y tras llegar a un acuerdo con el sultán de Egipto El Kamil, recupera Jerusalén, Belén y Nazareth. En este caso, los acuerdos diplomáticos sustituyeron a las armas. Pero la alegría durará poco, en 1244 los musulmanes recuperan la Ciudad Santa, que ya no volverá más a manos cristianas.
Entre 1248 y 1254 tiene lugar la Sexta Cruzada. Encabezada por Luis IX de Francia tiene como objetivo Egipto. Será derrotado en Mansura y hecho prisionero. Nuevo fracaso cristiano.
Durante 1270 se desarrolla la Séptima Cruzada. En ésta, San Luis se dirige  a Túnez, pero una epidemia de peste merma a la tropa cruzada e incluso acaba con la vida del rey santo.
En 1291 los mamelucos van a tomar San Juan de Acre, el último bastión cristiano en oriente, acontecimiento que marcará el fin de las Cruzadas.
Por último habría que hacer referencia a las consecuencias que de este proceso se derivaron. En el plano territorial poco significaron, pues los Santos Lugares quedarán en manos de los musulmanes.
Desde el punto de vista económico hay que resaltar la expansión que experimentaron las ciudades italianas gracias al control de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental y  la reactivación del comercio con Oriente. Esto conllevó un fuerte crecimiento económico y el aumento del nivel de vida, lo que propició a su vez, un incremento de la demanda de productos de Oriente.
Desde el punto de vista cultural las Cruzadas permitirán el contacto entre Occidente y Oriente. Gracias a ello el Derecho Romano, olvidado en Europa y sustituido por un derecho consuetudinario de origen bárbaro, es retomado. Bolonia se convertirá en el centro del saber europeo.
Es en este momento cuando nacen una serie de órdenes de caballería que unirán el ideal religioso con el caballeresco y que tendrán como principales objetivos la defensa de la Fe, la Ciudad Santa y de los peregrinos que acuden a ella. Es el caso de los Caballeros de San Juan, la Orden Teutónica o los más conocidos, los Caballeros del Temple, los Templarios, fundados en 1120 por Hugo de Paganis y disueltos por el Papa Clemente V en 1312, motivo de una abundante bibliografía.

Mapa de las Cruzadas, en la parte inferior izquierda los escudos de las tres órdenes de caballería.

viernes, 8 de junio de 2012

                  ¡ V I V A   L A   P E P A !.

En un año como éste, 2012, en el que los españoles celebramos el doscientos aniversario de la publicación de nuestra primera Constitución, me es tremendamente difícil no realizar una pequeña reseña sobre la "Pepa", nombre popular con el que se conoce a la citada magna ley, por ser publicada ésta el 19 de marzo del citado año, día de San José.

Portada de la Constitución de Cádiz de 1812.
El contexto en el que nos movemos es el de la Guerra de Independencia contra los franceses (1808-1814), aunque para tener una visión más amplia de cómo se gestó esta constitución, debemos remontarnos unos años antes.
 La guerra que Carlos IV inició contra la Convención Republicana (1793-1794), y que finalizó con la derrota española, tuvo una doble consecuencia: por un lado, España se vio obligada a reconocer a la República Francesa, una nación que enarboló la bandera de la Libertad, Igualdad y Fraternidad tras la exitosa revolución de 1789, y por otro, una inversión en el sistema de alianzas, y es que España, abandonó a su aliada Inglaterra en favor de la Francia revolucionaria, hecho que toma carta de naturaleza tras la Paz de Basilea (1795) y el Tratado de San Ildefonso (1796).
La proclamación del Imperio Napoleónico en 1804, que arrastró a España a una nueva guerra contra Inglaterra, y sobre todo, el bloqueo continental decretado por Napoleón contra los británicos en 1807, van a suponer el inicio de la invasión napoleónica. Portugal, que se había negado a llevar a cabo el bloqueo contra la isla, hizo que España y Francia firmaran el Tratado de Fontainebleau (1807), mediante el cual España permitiría el paso de las tropas galas en su camino hacia el país luso. Napoleón aprovechará este hecho para apoderarse de España, comienza de esta forma la ocupación francesa.
La primera reacción popular tiene lugar con el Motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808) que tendrá como consecuencia la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV, abdicación que se convierte en definitiva, junto a la de su hijo y heredero, Fernando VII, tras las abdicaciones de Bayona. Éste es el momento en el que el hermano del Emperador, José Bonaparte, apodado Pepe "Botella", se convierte en el rey de los españoles.

Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya.
 Este hecho va a marcar el levantamiento popular contra la invasión napoleónica, que se inicia en Madrid el dos de mayo de 1808, y que supone el comienzo de la Guerra de Independencia.
De esta forma, guerra y revolución liberal, estarán íntimamente relacionadas, hasta el punto de poder afirmar que sin la guerra el movimiento liberal hubiera tomado unos derroteros muy diferentes.
El vacío de poder generado por la marcha del rey legítimo hacia Bayona, desencadenó un proceso mediante el cual van a surgir unas serie de instituciones que asumirán el poder.
La primera de ellas fue el nombramiento por parte de Fernando VII de una junta de gobierno formada por cinco miembros, donde se depositaba la soberanía en ausencia del rey.
El Consejo de Castilla, verdadero centro de poder de la monarquía hispánica durante la Edad Moderna, era a estas alturas una institución desfasada y carente de prestigio, incapaz de enarbolar ninguna bandera de liberación. Tampoco las autoridades provinciales asumieron el encabezamiento contra la ocupación, lo que provocó el deslizamiento de la soberanía desde las instancias superiores al pueblo mismo, que asumirá tal responsabilidad con la creación de una serie de juntas. Éstas se generalizan por todo el territorio nacional y su legitimidad se asentará sobre la voluntad del pueblo mismo.
Este panorama, que en un principio fue bastante amplio y heterogéneo, se mostró incapaz contra el invasor, lo que hizo necesario aunar y armonizar esfuerzos. Nace de esta forma la Junta Suprema Gubernativa de España e Indias, que mantendrá viva la conciencia de unidad nacional a la vez que aglutina los esfuerzos por acabar con el yugo francés.
La primera idea de la Junta Suprema fue la de reunir las Cortes con un doble objetivo: coordinar la acción con los franceses e iniciar la reforma política del país. La opinión generalizada, y este es un aspecto bien estudiado por el historiador Miguel Artola, fue que la convocatoria de esas cortes deberían marcar el inicio de la ruptura con el Antiguo Régimen y el fin de los privilegios de la Sociedad Estamental.
Tras la derrota nacional en la batalla de Ocaña, la Junta Suprema de refugia en Sevilla (diciembre de 1809) y en enero de 1810, en Cádiz.
Ésta ciudad fue lugar idóneo para la celebración de las Cortes, y ello por varios motivos:
Desde el punto de vista geográfico la configuración de Cádiz la hacía casi inexpugnable, sobre todo para un ejército que no contara con una buena armada que completara el asedio por mar. Sus espléndidas murallas, construidas curiosamente un siglo antes por un ingeniero francés, fueron una línea imposible de traspasar por las tropas de Napoleón, que se limitaron a bombardear la ciudad.

Monumento a la Constitución, Cádiz.
Pero había otra circunstancia que demuestra la idoneidad de Cádiz para la celebración de las Cortes. El puerto de Cádiz había mantenido durante el siglo XVIII el monopolio del comercio con las colonias americanas, beneficiado además, por el Decreto de Libre Comercio promulgado por Carlos III en 1778. Cádiz se había convertido en una ciudad cosmopolita, acostumbrada a tratar con gentes de distintas nacionalidades y abierta a nuevas ideas y mentalidades, unas ideas y mentalidades ampliamente difundidas por Europa en estos momentos y que están en la base de nuestros ideales democráticos.
De esta manera, una vez reunidas las Cortes en Cádiz, podemos decir que comienza la revolución liberal en España. En ella, los liberales van a lograr imponerse a los absolutistas dentro del complejo panorama político que era la España del momento.

La Junta Suprema, viendo su incapacidad para dirigir la guerra contra el invasor, decidió disolverse, no sin antes, iniciar la convocatoria de las tan ansiadas cortes que vendrían a cambiar el rumbo de la nación española.
El proceso de elección de diputados fue muy complicada, debido al estado de guerra, y en muchos casos se decidió elegir sustitutos presentes en Cádiz.
La Cortes se abrieron en septiembre de 1810, y el primer triunfo liberal se plasmó en la creación de una única cámara, frente a la tradicional representación estamental. Además, en la primera sesión, se aprobó el principio de soberanía nacional, reconociéndose que el poder reside en el pueblo y es representado por las Cortes.

Promulgación de la Costitución de 1812, de Salvador  Viniegra, pintado en 1912.

Una comisión se encargó de la redacción del proyecto de constitución en marzo de 1811, y culminó con su promulgación, el 19 de marzo de 1812.
El programa defendido en la Constitución fue muy revolucionario para su época, y es necesario concederle una alta importancia por la influencia que tendrá en la evolución política decimonónica. Destacarán en su elaboración diputados liberales como Agustín Argüelles, abogado y político asturiano, Diego Muñoz, sacerdote y político, firme defensor de la abolición de la Inquisición, o Evaristo Pérez de Castro.
El texto, que consta de 384 artículos, estará marcado por el desarrollo bélico y por la lucha entre absolutistas y liberales.
En la Constitución se recoge una declaración de los derechos del ciudadano, donde destaca la igualdad de todos los españoles ante la ley, lo que suponía la abolición de los antiguos privilegios estamentales. Además se recoge la libertad de pensamiento, opinión e imprenta o el derecho de propiedad.
En cuanto al modelo de Estado, se reconoce a España como una monarquía hereditaria, aunque limitada, pues se asentará sobre la división de poderes y no en el derecho divino.
El poder legislativo recaía en las cortes unicamerales, unas cortes que representaban la voluntad nacional y que poseían amplios poderes. Entre ellos estaban la elaboración de leyes, de presupuestos o mando sobre el ejército. El sufragio era universal masculino e indirecto, y los diputados eran elegidos por un periodo de dos años.
El monarca era la cabeza del poder ejecutivo, dirigía el gobierno, aunque su poder era limitado, pues entre otros aspectos no podía disolver las Cortes y la elección de los ministros debía ser refrendada por las Cortes (lo que se denomina doble confianza).
La administración de justicia era competencia exclusiva de los tribunales, recogiéndose la abolición de la Inquisición, el tormento y se establece el procedimiento del "habeas corpus".
En otros artículos se recogía la implantación de una enseñanza pública y obligatoria o el servicio militar obligatorio.
Por último cabe destacar la confesionalidad católica del estado, lo que choca con el carácter progresista de la Constitución, aunque esto debe entenderse dentro del contexto bélico contra la invasión francesa y la necesidad de tener a la Iglesia como aliada.

"La Pepa", expuesta en Cádiz con motivo de su segundo centenario.