Un espacio personal de reflexión sobre la Historia y otras curiosidades.

viernes, 13 de marzo de 2015

La Guerra de los Treinta Años.

Se conoce como Guerra de los Treinta Años al conflicto armado que enfrentó a buena parte de Europa entre 1618 y 1648.
Las causas que explican el estallido de este enfrentamiento son diversas. Entre ellas destaca la cuestión religiosa, tratándose de la última gran guerra de religión que enfrentó a católicos del sur con los protestantes del norte.
Sin embargo en ella también hubo motivaciones políticas, pues se va a dirimir la hegemonía europea entre las dos potencias del momento, la Francia de Luis XIV y la España de Felipe IV y de Don Gaspar de Guzmán y Pimentel, más conocido como el Conde-Duque de Olivares.
Los problemas internos existentes en la Casa de Austria (Habsburgo) también se pondrán de relieve en el conflicto. La lucha por el poder imperial entre los hermanos Rodolfo II y Matías, se convertirá en otro de los detonantes del enfrentamiento.
Lo que sí es cierto es que el conflicto, aparte de estas cuestiones previas, tiene su inicio en un momento puntual como fue la denominada "Defenestración de Praga".
En 1617, el Tratado de Praga, reconocía a Felipe IV de España derechos sobre la Alsacia a cambio de su renuncia sobre Bohemia. Esta renuncia fue en favor del Archiduque Fernando, de credo católico, quien es nombrado rey en Bohemia, lo que provoca un enorme revuelo dando lugar a numerosos disturbios de carácter religioso.


Estas revueltas desembocan en la ya mencionada Defenestración de Praga en la que los consejeros católicos imperiales son arrojados por una ventana del castillo de Hradlany, aunque estos no llegaron a sufrir daños graves al caer sobre un montón de estiércol.
Se produce entonces el levantamiento de la nobleza protestante checa encabezada por el Conde de Thurn y el apoyo militar del Conde de Mansfeld.
Pronto van a definirse los dos bloques en el conflicto; por un lado España y la Liga
Imperial Católica, apoyada económicamente por el Papado, y enfrente  los príncipes protestantes alemanes a quienes se unen Dinamarca, Suecia y en último momento Francia.

La guerra se va a desarrollar en cuatro fases:

Periodo bohemio-palatino (1618-1625).
El ejército bohemio de Thurn iniciará su avance hacia Viena contando con el apoyo de Austria, Silesia, Moravia, Hungría y Transilvania.
Mientras, Fernando II es elegido emperador (1619), no siendo reconocido por Bohemia, que proclama a Federico V del Palatinado.
Ambos ejércitos tendrán un primer enfrentamiento en la batalla de la Montaña Blanca (1620), donde los protestantes son vencidos y disueltos por el ejército de la Liga comandado por el Conde de Tilly. Además, España invade el Palatinado con el Cardenal Spinola al frente.
El conde de Tilly y las fuerzas hispano-imperiales continuarán con su avance, venciendo en Heidelberg, Wimpfen y en Stadtlohn, ocupando Westfalia y la baja Sajonia.
Derrotados los bohemios se llevan a cabo duras represiones que incluyeron ejecuciones, expropiaciones a nobles sublevados y conversiones forzosas al catolicismo. Bohemia quedaba bajo el control de los Habsburgo.

Periodo Danés (1625-1629).
La Dinamarca de Cristian IV (1577-1648), contando con el apoyo de Gran Bretaña, Holanda y Francia, se decide a intervenir en el conflicto.
En 1626 las tropas imperiales dirigidas por Wallenstein derrotan a Mansfeld en el puente de Dessau, mientras que Tilly vence en Lutter a los daneses, obligándolos a replegarse hacia Jutlandia.
Tras esta estrepitosa derrota, Cristian IV se ve obligado a firmar la Paz de Lübeck (1629), renunciando a nuevas intervenciones militares a cambio de conservar todas sus posesiones.

Periodo Sueco (1630-1635).
Después de alcanzar la paz con Polonia, Gustavo Adolfo II de Suecia, decide la intervención en la guerra en favor de la causa protestante, buscando además mejorar su posición geoestratégica en el norte báltico.
En 1630 Gustavo Adolfo desembarca con su ejército en Usedom y en 1631 infringe una dura derrota a los ejércitos católicos de Tilly en la batalla de Breitenfels, libera el Palatinado y se establece en Maguncia.
En 1632 nuevas victorias suecas en Rain, donde muere Tilly, y en Lützer, donde tiene lugar el fallecimiento del monarca sueco, lo que provocará un giro en el conflicto.
En 1634 los suecos son derrotados en Nördlingen perdiendo el control sobre Alemania meridional.
Ante la delicada situación de sus tropas, los protestantes firman con Fernando II la Paz de Praga, recogiéndose en la misma una tregua de cuarenta años.

Periodo francés (1635-1648).
Ante el cariz que estaba tomando el conflicto, Richelieu, Primer Ministro de Luis XIII de Francia, se decanta por la participación en la guerra. España, con el apoyo católico alemán, se vislumbraba como vencedora, lo que supondría el mantenimiento y reforzamiento de su hegemonía en el continente. Esto era algo que los franceses estaban decididos a evitar a toda costa.
En 1638 Francia y Suecia sellan un pacto de apoyo mutuo y se reanudan las hostilidades.
Los suecos consiguieron una victoria en Wittstock (1636), aunque las siguientes campañas no fueron favorables. De hecho, el avance francés es detenido en Tuttlingen (1643) por el general bávaro Mercy.
Pero España, sumida en una profunda crisis tras los levantamientos independentistas de Cataluña y Portugal (1640), se verá incapaz de continuar la guerra de forma victoriosa. La derrota de los tercios españoles en Rocroi (1643), la primera en muchas décadas de dominio hispano en los campos de batalla, será el golpe mortal.
En 1645 la coalición franco-sueca consigue nuevas victorias en Alerheim y Jankau, que junto a la derrota de Baviera, suponen el fin de un conflicto que será sellado en la Paz de Westfalia (1648).


Esta paz tuvo importantes consecuencias. Desde el punto de vista religioso supuso la confirmación de la Paz de Augsburgo (1555) donde se declaraba la libertad religiosa. El protestantismo se consolida y el Papado entra en decadencia perdiendo toda influencia en el continente.
Francia se erige como nueva potencia hegemónica en Europa, a costa de España, la cual queda sumida en una importante crisis política, económica e institucional. Los levantamientos de Portugal, que conseguirá su independencia, y de Cataluña, recuperada en 1652, serán un enorme lastre a sumar. Además España se verá obligada a reconocer la independencia de Holanda.
Francia, la gran vencedora, obtiene numerosos territorios, destacando Alsacia y Lorena.
Suecia, confirmada como potencia en el norte, obtiene dominios en el norte de Alemania (Pomerania Occidental y Bremen) además del derecho de asistencia y voto en la dieta imperial.
El Imperio se va a fraccionar en una confederación de estados independientes. Los príncipes logran imponerse al Emperador, alcanzando una soberanía plena.
Fue una guerra muy destructiva y Alemania, principal escenario, perdió más de la mitad de su población, incluso en muchas ciudades estas pérdidas llegaron al 80%.
Por otro lado, Austria y Suiza se separan del Imperio.
España y Francia continuarán en conflicto once años más, hasta que finalmente se selle la Paz de los Pirineos (1659), donde España deberá ceder a los galos el Rosellón y la Cerdeña.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Felón para unos, deseado para otros...



Retrato de Fernando VII, por Francisco de Goya.
El tratado de ValenÇay de 1813 supuso el fin de la Guerra de Independencia en España y el reconocimiento por parte de Napoleón Bonaparte de Fernando VII como su legítimo rey. Los liberales españoles, atentos a los movimientos del "Deseado", pretendían que éste regresara lo antes posible a Madrid y ratificara todo lo acordado en Cádiz. Pero el núcleo tradicional sabía que ahora era el momento de acabar con toda aquella labor legislativa. Por esto, aconsejaron al rey llegar a Valencia donde le hicieron entrega de un documento, el llamado "Manifiesto de los Persas", donde le piden que anule todo el proceso de Cádiz y vuelva al Antiguo Régimen.
El rey, quien se ve respaldado por el ejército y las clases populares, deseosas de su regreso, publica el Real Decreto de 4 de mayo de 1814, documento donde anula la Constitución que había prometido respetar.
Supondrá esto una marcha atrás, una vuelta al Antiguo Régimen que tendrá como consecuencia directa una dura represión contra los elementos liberales y la restauración de instituciones abolidas anteriormente como fueron los gremios, el régimen señorial o la Inquisición. La situación internacional derivada de la Europa de la Restauración surgida tras el Congreso de Viena de 1815 favoreció el giro político.
La situación del país era caótica en muchos sentidos: la guerra, tremendamente destructiva, había provocado más de 300000 muertes, había arruinado gran parte de la tierra de cultivo y había hecho desaparecer la incipiente industria española. Pero la reticencia de los grupos privilegiados, nobleza y clero, al emprendimiento de reformas que salvasen la Hacienda Real, pues ello supondría su obligación a pagar impuestos, sume al país en el más profundo de los abismos.
Se comienza a generar de esta forma una oposición de descontentos, sobre todo de liberales, que desean la vuelta a un régimen constitucional. Además, dentro del ejército, donde se habían integrado los cabecillas que consiguieron la expulsión de los franceses, nace una corriente partidaria de reformas. Los campesinos, perjudicados por la vuelta del sistema señorial, se sumarán también.

Rafael del Riego (1784-1823).
Se van a suceder una serie de conspiraciones que no llegan a triunfar debido al escaso apoyo popular, como los de Espoz y Mina en Navarra o Lacy en Barcelona. Finalmente, y en consonancia con el ciclo revolucionario europeo de 1820, el pronunciamiento del coronel Riego en las Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 consigue su propósito. Aprovechando la concentración de tropas en Sevilla, tropas que iban a ser destinadas a sofocar el movimiento independentista en América, se alza contra el gobierno obligando al rey a aceptar la Constitución. Se inicia pues un periodo de tres años (Trienio Liberal, 1820-1823) donde la labor de las Cortes de Cádiz es rescatada.
La primera decisión del nuevo gobierno fue la declaración de una amnistía política y la celebración de elecciones a Cortes, donde la mayoría liberal derrocará de nuevo todas esas instituciones añejas que impedían el desarrollo de la nación (gremios, mayorazgos, señoríos etc.). Se crea también la denominada Milicia Nacional, cuerpo de voluntarios armados que tendrán como principal función velar por el cumplimiento de la constitución y las leyes emanadas de la misma.
La actitud del monarca, lejos de ser pasiva, será de la de boicotear continuamente las reformas poniendo continuas trabas a la labor del gobierno liberal. Su derecho a veto, reconocido por la Carta Magna, así se lo permitía.
A pesar de todo esto, el descontento del campesinado con el nuevo régimen iba en aumento, y es que la abolición de los señoríos había sido algo nominal; seguían sin tener acceso a las tierras pues los propietarios continuaban siendo los mismos, nobleza y clero, y ellos simples arrendatarios que si no pagaban eran expulsados. Nobleza y clero, también descontentos, conspirarán contra el gobierno.
Este estado de incertidumbre hará finalmente que el rey se decida a pedir auxilio a la Santa Alianza. En 1823, un ejército francés dirigido por el Duque de Angulema, "los Cien Mil Hijos de San Luís", penetran en la península, y sin apenas oposición, toman el país en nombre de Fernando VII y el absolutismo. El coronel Riego es detenido y acusado de alta traición. Muere ahorcado en Madrid. Una nueva etapa de represión se abre en la Historia de España, la llamada Década Ominosa (1823-1833).

Movimientos militares del ejército francés del Duque de Angulema.

De nuevo se repiten persecuciones y exilios que ponen de manifiesto la intransigencia de un monarca que ha pasado a la Historia por ser el más nefasto de entre todos, felón para unos, deseado para otros...
La situación de España era lamentable, sobre todo en el aspecto económico, donde la pérdida de las colonias americanas acentuaba la crisis. El monarca, en la línea del Despotismo Ilustrado, intenta cierta reformas que los grupos tradicionales echan por tierra.
Entre tanto, el rey continuaba sin descendencia, lo que provocó la creación de ciertos círculos que veían en Carlos María Isidro, hermano menor del monarca, la figura idónea para la sucesión. Pero la situación iba a complicarse, pues en 1830, fruto del cuarto matrimonio de rey, nace Isabel quien se postulaba como futura reina.
Se origina de esta manera una cuestión sucesoria, pues los tradicionalistas apoyaban a Carlos María, y la existencia de la Ley Sálica en España desde la llegada del primer Borbón, suponían un duro escollo.
Fernando, aconsejado por su mujer, María Cristina, publicará en 1832 la Pragmática Sanción, decreto que abolía la Ley Sálica abriendo las puertas de la corona a su hija Isabel.
Se configuran de este modo dos grupos, los tradicionalistas que apoyan a Carlos María Isidro, y los isabelinos, encabezados por la reina regente que sabrá atraerse el apoyo de los liberales.
En 1833 se produce la muerte del monarca tras una larga enfermedad dejando como heredera al trono a su hija Isabel; el conflicto estaba servido. Los absolutistas no lo aceptarán; Carlos María se autoproclama rey comenzando el levantamiento carlista. La guerra, una nueva guerra civil, había comenzado.

martes, 4 de marzo de 2014

La Gran Guerra del Norte (1700-1721).


La Gran Guerra del Norte se desarrolló entre 1700 y 1721 y enfrentó a Suecia y sus aliados (Imperio Otomano y Hannover) contra Rusia, apoyada en este caso por Dinamarca, Sajonia y Polonia.
Los grandes personajes que van a marcar este hecho histórico serán el sueco Carlos XII (1682-1718), quien pasará a la Historia como uno de los mejores estrategas militares del siglo XVIII, y Pedro I el Grande de Rusia.
Esta guerra es contemporánea a la Guerra de Sucesión española, aunque no tuvieron relación debido a la negativa sueca a intervenir en la misma en apoyo a Francia, que reclamó incisivamente su participación.
En este conflicto se va a dilucidar la hegemonía política y militar en el norte de Europa, una hegemonía que hasta ese momento ostentaba Suecia y que pasará, tras el enfrentamiento, a Rusia.

Carlos XII de Suecia (1682-1718).
Desde que Suecia se independizara en 1523 con Gustavo Vasa, triunfa en todas aquellos conflictos en las que toma parte, afianzando su posición en el norte báltico. Rusia por contra, carecía de salida al mar, lo que estrangulaba su crecimiento. El Báltico se encontraba bajo control sueco, el Mar Negro era feudo del Imperio Otomano, y al norte mucho hielo y nieve, un océano Ártico congelado gran parte del año, lo que hacía impracticable su navegación.
Por ello, Pedro I (1672-1725), desde el primer momento que llega al trono ruso tiene dos ideas claras: europeizar Rusia y obtener una salida al mar, lo que pasaba por derrotar a Suecia.

Carlos XII llegó al trono sueco muy joven, con apenas 15 años, lo que intentará ser aprovechado por Pedro I para aliarse con otros países, atacar y derrotar a Suecia. La empresa la creían fácil, pero no fue así, pues Carlos XII se destapó como un gran estratega.
De esta forma y en virtud del Tratado de Preowajensko (1699), Sajonia, Polonia, Dinamarca y Rusia se alían contra Suecia.
Pero el primero en golpear será Carlos XII. En 1700 traslada a su fiel ejército a Dinamarca y asesta un importante golpe derrotando a los daneses, obligándolos a abandonar el conflicto.
Después de esto se dirige a los países bálticos, donde en la batalla de Narva, con un ejército muy inferior en número, derrota estrepitosamente al ruso. A continuación se dirige a Sajonia, a la que igualmente derrota. Las campañas de Carlos son todo un éxito; en menos de un año había conseguido doblegar a sus principales adversarios.


El siguiente paso que decide el rey sueco es dirigirse a Polonia, la que consigue conquistar en 1704. Su rey, Augusto II, huye y se refugia en la vecina Rusia.
Tras esta campaña nuevamente victoriosa, Carlos se dirige a Rusia, donde pretende dar el golpe definitivo con la toma de Moscú. Pero en ese momento estalla una sublevación en la sometida Sajonia, a donde se ve obligado a acudir, logrando sofocar el levantamiento (1706). Este hecho le dio a Pedro I el tiempo suficiente para reorganizar su ejército y preparar la defensa ante el inminente ataque sueco. De hecho, reconquista Noteborg, Ivangorod y Narva.

Pedro I el Grande (1672-1725).
En 1708 Carlos XII emprende  la campaña sobre Rusia. Pedro I, conocedor de la superioridad sueca, decide adoptar la táctica de tierra quemada, consistente en la inutilización de infraestructuras (puentes, edificios etc.) y la quema de cosechas a medida que se produce el repliegue defensivo de sus tropas. El objetivo era evitar el avituallamiento en campaña del ejército enemigo. Pero esto era algo con lo que el soberano sueco contaba, por lo que había ocupado a varias de sus unidades en el aprovisionamiento de la tropa. Pedro entonces, cual partida de ajedrez, centró sus ataques en estos convoyes de aprovisionamiento, eludiendo el ataque directo, obligando a las tropas suecas a dirigirse al sur, a la región de Ucrania.

En Poltava (1709) tiene lugar el enfrentamiento entre ambos ejércitos, batalla en la que la victoria se decanta del bando ruso. Incluso Carlos XII recibe un disparo obligándolo a huir y refugiarse en Turquía. Aquí, Carlos convence al Sultán turco para que le proporcione contingentes y poder atacar a los rusos. En 1711 el ejército ruso es cercado en el río Prut, obligando al zar ruso a abandonar Azov.
Entre 1711 y 1720 se produce la contestación aliada, pues inician un triple ataque contra Suecia en un intento por acabar con un conflicto que se alargaba en demasía. Así los daneses avanzan hacia Bremen y Verden tomando Tonning (Península de Jutlandia) en 1713.


Los rusos toman las islas Aland, próximas a las costas suecas, y el sur de Finlandia, llegando a introducirse en territorio sueco (1720). Prusia por su parte, aliada de Hannover, conquista posesiones suecas en el norte de Alemania.
A estas alturas, y tras los importantes avances aliados, hacía muy desesperada la situación de Suecia. Carlos, que permanecía preso en Turquía, logra escapar, tomando el mando de su ejército en Stralsund. Reanuda los enfrentamientos, pero muere durante el asedio a Frederickhald (1718).
En este momento, con Suecia a punto de caer, es cuando tiene lugar la intervención de Gran Bretaña a favor de Suecia. Los ingleses, muy recelosos de que se rompiera el equilibrio de fuerzas europeo, obliga a los contendientes a iniciar conversaciones de paz.
Entre 1719 y 1720 se firmaron los tratados que iban a sellar el fin de la guerra. Con Hannover y Prusia se firma la Paz de Estocolmo, obteniendo estos Bremen, Verden y Pomerania. El Tratado de Fredericksborg, con Dinamarca, otorga Schleswig a los daneses. Y el más importante, el Tratado de Nystad con Rusia, que recibe los estados bálticos.
El gran vencedor de este conflicto fue Pedro I el Grande, Zar de todas las Rusias; Suecia cederá su vitola de potencia hegemónica en el norte a la propia Rusia, que se va a erigir desde entonces en potencia europea.
Polonia, escenario de gran parte de la guerra, quedó arrasada, y Prusia, con Federico Guillermo, el rey Sargento, irá tomando posiciones cada vez más dominantes en el continente.
Pero el efecto de la derrota sueca irá mas allá de las pérdidas territoriales y de hegemonía. La burguesía sueca, tras la derrota, logrará imponerse al absolutismo, lo que permitirá la instauración de un sistema monárquico-parlamentario al estilo inglés, marcando una nueva etapa en la política de este país.

sábado, 1 de marzo de 2014

Los Merovingios.


Los francos pertenecían a un conjunto de pueblos germanos del norte cuya zona original de asentamiento se localizaba en las regiones de Jutlandia y Escandinavia.
Poco a poco, estos pueblos irán desplazándose hacia el sur-occidente europeo, asentándose en el área comprendida entre los ríos Elba y Rhin. Una vez aquí comenzarán a definirse nuevos grupos como consecuencia de la fusión de diferentes clanes o estirpes, dando lugar a pueblos como los Alamanes, Bávaros, Sajones o los propios Francos.
Los Francos, desde mediados de siglo III, comienzan a cruzar el limes, penetrando dentro de los límites del Imperio Romano. Ya a mediados del siglo IV constan como federados (foederatis) del Imperio. En torno al 420, aprovechando la decadencia romana, se extienden hacia el sur, llegando al Somme.

Clodoveo, unificador de los francos.
La unión política de los Francos se alcanza con Clodoveo (482-511), quien además acaba con el domino romano en la Galia al derrotar al reino galorromano de Siagrio (486). De esta forma los Francos anexionaban el área comprendida entre el Somme y el Loira. En el año 496 derrota además a los Alamanes quienes abandonan el territorio. 
Después de esto, y parece que influenciado por su mujer Clotilde, se convierte al cristianismo, lo que tendrá como consecuencia la unificación del reino, la fusión efectiva entre galorromanos y francos.
En torno al año 500, y continuando con este proceso de expansión, derrota a los Burgundios en Dijon, aunque estos mantendrán sus territorios gracias al apoyo del reino visigodo.
En el año 507, y esta vez contando con el apoyo burgundio, los francos derrotan a los visigodos en Vouillé, por lo que logran extender sus dominios hasta los Pirineos. La Septimania seguirá en manos visigodas, lo que imposibilitará la salida de los francos al Mediterráneo.

Expansión del reino franco con Clodoveo (482-511).

A la muerte de Clodoveo, siguiendo la tradición franca derivada de un concepto patrimonial del estado, el reino se divide entre sus hijos, Teodeberto, Childeberto, Clodomiro y Clotario.

División del reino franco a la muerte de Clodoveo.

A pesar de esto la expansión franca no se va a detener. De hecho, en el 531 los francos conquistan Turingia, entre el 532 y el 534 someten a los Burgundios y en el 537 reciben de los Ostrogodos la Provenza, afianzando la posición franca en todo el centro-occidente europeo.
Más tarde, en la batalla de Autum (539), Teodeberto derrota a los ostrogodos y bizantinos, aunque no logra extender sus dominios por el norte de Italia.
Con Clotario I (558-561) se logra de nuevo la unificación del reino, aunque de forma breve, pues a su muerte se vuelve a producir una nueva división. De las luchas internas surgirán tres territorios: Austrasia, con capital en Reims, Neustria (Paris) y Borgoña (Orleans).
 Durante el reinado de Clotario II (613-629) asistimos a una nueva reunificación, aunque los diferentes territorios guardarán cierta independencia, territorios donde irán adquiriendo cada vez mayor importancia los Mayordomos de Palacio, figuras encargadas de la administración de la Corte. 
Dagoberto I (629-639) logra una enésima reunificación acabando con esta autonomía, aunque a su muerte se produce, producto del Derecho Germano, otra división que acelerara el derrumbamiento del reino merovingio.
Dentro de este proceso la figura del Mayordomo irá acumulando cuotas de poder en la corte, hasta llegar a uno de sus momentos culminantes con Pipino de Heristal (679-714), quien tras hacerse fuerte en Austrasia, gobierna posteriormente en todo el reino franco tras vencer en Tertry al mayordomo de Neustria-Borgoña.
A estas alturas, la dinastía merovingia era sólo testimonial. Carlos Martel (714-741), hijo bastardo de Pipino, es quien gobierna de facto, y más tras su victoria frente a los musulmanes de Abderramán en la batalla de Poitiers (732), lo que le valió gran prestigio, además de detener el avance árabe por Europa.

"Batalla de Poitiers", de Charles de Steuben.

En el año 751 tendrá lugar el destronamiento de Childerico III, el ultimo merovingio, siendo reconocido como soberano por la nobleza franca el hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, quien dará paso a una nueva dinastía, los Carolingios, que se mantendrá en el trono franco durante dos siglos.