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domingo, 27 de mayo de 2012

La Semana Trágica de Barcelona.

A la altura de 1909 el régimen de la Restauración vivía sus últimos momentos, en menos de tres lustros, el régimen del binomio Liberales-Conservadores, tocará su fin. La tensión social acumulada en el país a principios de siglo se verá agrabada con la guerra de Marruecos, una tensión que estallará en la llamada Semana Trágica de Barcelona.
A partir de 1900, España consolidó su posición colonial en el norte de Marruecos. En virtud de la Conferencia de Algeciras (1906), donde se intenta poner solución al enfrentamiento franco-alemán en el norte de África, y el posterior Tratado hispanofrancés (1912), España y Francia se dividen el reino alauita en forma de protectorado.

España pasa a controlar la zona del Rif, un espacio montañoso, cuyo interés económico se centraba en la explotación del subsuelo o la inversión en ferrocarriles. Pero más allá de estas pretenciones, sobresalía el deseo patrio de restaurar el prestigio y el honor de un ejército hundido tras el desastre de Cuba.
La presencia española en la región estuvo marcada por los continuos ataques de los nativos, organizados en cabilas. En 1909, los rifeños inflingen una dura derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, por lo que el gobierno de Maura decidió aumentar la presencia militar en la zona con el llamamiento de reservistas, muchos de ellos casados y con hijos, lo que provocó un movimiento de protesta popular.

Barricadas levantadas para evitar la entrada del ejército.
La movilización contra la guerra comenzó el 18 de Julio en el puerto de Barcelona, durante el embarque de los reservistas. El congreso de Solidaridad Obrera, organización sindical obrera de Cataluña, celebrado en Tarrasa y en el que participaron socialistas, anarquistas y republicanos lerouxistas, se opuso a ello, decretando la huelga general para el día 26, lo que derivará, tras la intervención del ejército, en una verdadera insurección.


Expolio de iglesias durante la Semana Trágica (1909).
Los incidentes en las calles se multiplicaron, desembocando incluso, en un fuerte sentimiento anticlerical que tuvo como consecuencia el ataque e incendio de más de ochenta edificios religiosos. La respuesta del gobierno fue la declaración del Estado de guerra, enviando refuerzos militares a la Capital Condal.
El resultado fue un elevado número de muertos y heridos, lo que provocó la radicalización del movimiento. A pesar de ello, el dos de agosto, el gobierno logró controlar la situación, y es que  la falta de dirección y la descoordinación de los insurrectos ahogó el movimiento.
La represión posterior llevada a cabo por el gobierno de Maura fue brutal. Los procesos penales fueron encomendados a tribunales militares que dictaron diecisiete condenas capitales, de las que se ejecutaron cinco.

Manifestación convocada en Bruselas contra la ejecución de Ferrer.
Entre los condenados a la pena máxima se encontraba Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista, fundador de la Escuela Moderna, una institución laica de enseñanza creada en 1901 y que tenía como principal objetivo «educar a la clase trabajadora de una manera racionalista, secular y no coercitiva». Ferrer no intervino en este movimiento, pero el tinte fuertemente anticlerical que habían tomado los acontecimientos hizo que la Iglesia presionara en busca de castigos ejemplares. En este contexto se encuadra el fusilamiento en el castillo de Montjuic del profesor catalán.
Esta dura represión fue motivo de una oleada de protestas, tanto a nivel nacional como internacional, sucediéndose una serie de manifestaciones encontra del gobierno conservador de Maura. Liberales y republicanos se unieron bajo el lema "¡Maura no¡", lo que provocó que el rey Alfonso XIII disolviera las Cortes y entregara el gobierno a los liberales de Segismundo Moret.

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