Con Guerras Púnicas nos referimos a la serie de tres guerras que
libraron Roma y Cartago entre el 264 y el 146 a.c.
Se enfrentaron las dos grandes potencias del momento en el Mediterráneo;
por un lado Cartago, ciudad-estado de fundación fenicia (814 a.c.) que pasaba por
ser la primera potencia marítima y comercial del momento, un imperio marítimo
que abarcaba el norte de África, el sur de la Península Ibérica y gran parte de
las islas mediterráneas occidentales (Baleares, Córcega, Sicilia, Cerdena); y por otro Roma,
potencia en expansión, que ya a estas alturas había consolidado su dominio
sobre la Península Itálica y proyectaba su expansión sobre la Magna Grecia.
Precisamente será esta región el objeto de disputa y donde se genere el
estallido de la Primera Guerra Púnica (264-241 a.c.).
En la Primera Guerra púnica, Roma se hará con el control del Mar Tirreno. |
Los mamertinos, antiguos mercenarios itálicos, se habían hecho con el
control de la antigua colonia griega de Messana, dedicándose a la piratería.
Esto llevó a Hierón de Siracusa a
hacerles frente, llegando a sitiar la ciudad. Los mamertinos solicitan el
auxilio de Roma y de Cartago y ante el desembarco en Sicilia de las fuerzas
romanas los cartagineses se alían con Siracusa. La alianza Cartago-Siracusa fracasa, pues son derrotados cerca de
Messana. Tras esto, Siracusa decide aliarse a Roma, lo que les permite
conquistar la parte occidental de la isla, poniendo en peligro a las colonias cartaginesas. Cartago se verá
obligado al enfrentamiento. En el 260 a.c. tiene lugar la batalla naval de Mila
que se saldará con la derrota cartaginesa, poniendo en bandeja la isla a la
emergente Roma.
Una nueva victoria romana en Ecnomo (256 a.c.) les va permitir desembarcar en el norte de África con el único objetivo de
acabar con Cartago; la jugada les sale mal, pues los púnicos, dirigidos por el
mercenario espartano Jantipo, les infringen una dura derrota en la batalla de Túnez (255 a.c.). A partir de
aquí Roma va a centrar sus esfuerzos en Sicilia, la cual acaba conquistando
tras la batalla de las islas Egatas (241 a.c.). La posterior conquista de
Cerdeña (238 a.c.) dará el control del Mar Tirreno a los romanos.
Estas pérdidas territoriales harán que los cartagineses decidan un
expansión en Hispania, fundando Cartago-Nova (227 a.c.). Pero también aquí van
a confluir los intereses de las dos potencias, lo que les lleva a firmar el
llamado tratado del Ebro (226 a.c.) mediante el cual se establecía el citado
río como demarcación de las áreas de influencia. Los bárcidas, con Asdrúbal al
frente, se comprometían a no cruzar el Ebro en su expansión.
Pero los romanos, lejos de ser sinceros, solo tenían en mente el
control de Hispania y por ello forzaron el enfrentamiento. Los romanos
renovarán, a pesar de encontrarse en el área cartaginesa, su alianza con
Sagunto, ciudad que es sitiada y tomada por Aníbal en el 219 a.c. La respuesta
de Roma no se hizo esperar. Estalla la Segunda Guerra Púnica (218-201a.c.).
La Segunda Guerra Púnica se extendió practicamente por todo el Mediterráneo Occidental |
La ofensiva romana se fundamentó en la idea del doble ataque sobre
Cartago e Hispania, aunque todo queda trastocado con la sorprendente ofensiva
de Aníbal, quien al frente de 50000 mil hombres, atraviesa los Pirineos y los
Alpes. Las victorias púnicas en Trebia y Tesino (218a.c.), junto con la del
lago Trasimeno (217 a.c.) abren las puertas de Roma al cartaginés. En el 216
a.c. tiene lugar la batalla de Cannas, batalla que va a suponer la mayor derrota sufrida por Roma en su
historia; tras esta victoria, Aníbal, a las puertas de la ciudad Eterna, se ve
obligado a frenar su campaña debido a la
llegada del invierno y la falta de refuerzos. Roma se había salvado.
En Hispania la guerra transcurre de forma muy diferente y es que la
ofensiva romana dirigida por Publio Cornelio Escipión les ha permitido
recuperar Sagunto (218 a.c.), tomar Cartago-Nova (209 a.c.), vencer en la
importante batalla de Ilipa (206 a.c.) y controlar Gades, lo que a la postre
significará el fin de la presencia cartaginesa en Iberia.
Batalla de Zama (202 a.c.). |
El posterior tratado de paz será muy duro para Cartago. Entre otras
exigencias, los cartagineses se ven obligados a abandonar la Península Ibérica, entregar
su flota, renunciar a cualquier acción bélica sin el permiso de Roma o al pago
de un tributo anual.
Pero el enfrentamiento púnico-romano no quedará ahí, y es que todavía
quedaba un último capítulo por escribirse.
La continua hostigación, alimentada por Roma por cierto, que sufría
Cartago por parte de Masinia, obliga a los púnicos a una acción defensiva no
autorizada por Roma. La consecuencia inmediata será la intervención romana. La
exigencia de Roma fue el abandono de la ciudad y su refundación en el interior
del continente, a lo que los
cartagineses se niegan provocando el ataque itálico. Era algo inconcebible a lo
que los púnicos no podían acceder. Estalla la Tercera Guerra Púnica (149-146 a.c. ). Tras
un largo asedio, Cartago es tomada, destruida y los supervivientes vendidos
como esclavos. Esto supone el fin de las Guerra Púnicas, más de un siglo de
enfrentamientos que dejará importantes consecuencias.
El fin de la Tercera Guerra Púnica supondrá el fin de Cartago. |
Como balance final podemos decir que este enfrentamiento supuso la
desaparición de una civilización como la púnica y la consolidación de Roma
como máxima potencia de la región, una Roma que inicia una nueva etapa en su
historia que le llevará, poco después, a controlar todo el Mediterráneo y convertirlo
en el "Mare Nostrum".
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