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miércoles, 22 de agosto de 2012

El Imperio Carolingio.

Uno de los grandes personajes que destaca en la historia medieval europea es Carlos I el Grande, más conocido, seguramente, como Carlomagno, cuya vida transcurre entre los años 742 y 814.

Carlomagno (742-814).
Pertenecía a una importante familia nobiliaria franca, los Pipínidas. Estos, muy cercanos al poder (o mejor dicho, eran el poder mismo) constituían un linaje de Mayordomos de Palacio, quienes ante la incapacidad de los últimos reyes merovingios, logran conquistar el trono franco.
El abuelo de Carlomagno, Carlos Martel, quien detuvo el avance musulmán en Poitiers (732), obtuvo un enorme prestigio para su familia con esta hazaña, lo que redundó en un aumento de su poder e influencia. La derrota musulmana hará que estos ya nunca más vuelvan a cruzar los Pirineos.
Será su padre, Pipino el Breve, apodado así por su baja estatura, quien con el apoyo de gran parte de la nobleza franca y del Papado (concretamente el Papa Zacarías) sustituya en el trono al último rey merovingio, Childerico III. Corría el año 751, y de esta manera, una nueva dinastía, los carolingios, denominados así en honor a Carlos Martel, se alzan con el poder.
Una vez consumado el cambio de dinastía, el Papa Esteban II pide ayuda a Pipino, en concreto contra el rey de los lombardos Astolfo; éste último es derrotado (754-756) y obligado a devolver los territorios conquistados, el Exarcado y Pentápolis. Pipino, titulado por el Papa como "Patricius  Romanorum" (Protector de los romanos) acaba donando los citados territorios al papado. Es lo que se conoce como la "Donación de Pipino", unos territorios que junto al ducado de Roma van a constituir el Estado Pontificio, el llamado "Patrimonium Petri".
En el año 768 muere Pipino, quien siguiendo la tradición germánica, divide su reino entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán. Éste último morirá sólo tres años después, dejando a Carlos como único rey de los francos.
Centrándonos en la figura de Carlomagno hay que reconocer que su obra, y su propia persona, se han rodeado de un halo legendario. Conocemos bastante bien su vida, gracias a Eginardo y su obra "Vita Karoli".

El Imperio de Carlomagno en su momento de mayor expansión.

Su gran objetivo fue restablecer el Imperio Romano, desaparecido en el 476, cuando el último emperador de occidente, Rómulo Augústulo, fue depuesto por Odoacro, un reyezuelo de la tribu de los Hérulos. Este reto es lo que explica su enorme labor bélica, lo que le llevó a crear uno de los grandes imperios de la historia europea.
Así, en el año 774, y tras la solicitud de ayuda del Papa Adriano I, consigue derrotar definitivamente a los lombardos del norte de Italia, incorporándolos a su reino. Carlomagno se hará proclamar como "rey de los francos y lombardos".
También conquistó la tierra de los sajones (norte de Alemania), no sin esfuerzo, pues fueron necesarias dieciocho campañas y treinta y dos años para que los sajones doblaran sus rodillas ante el ya emperador. Más al este se embarca en la toma de Frisia y Panonia, dominando además las tierras de la actual Hungría, Croacia y parte de Servia, tras su lucha contra los Ávaros.
También intervino en Hispania, aunque aquí sufrió una dura derrota ante los vascones, quienes apoyados por los musulmanes, según parece, asestaron un gran golpe al ejército carolingio, pereciendo sus principales capitanes, entre los que se encontraba el mítico Roldán. Esta derrota, y el posterior ataque de los musulmanes a Narbona, hace que Carlomagno se decida por la creación de la Marca Hispánica (795).
De esta forma llegamos al año 800, y más concretamente, al día de navidad del citado año, momento en que el rey de los francos es coronado emperador.
A estas alturas Carlomagno había logrado consolidar un amplísimo territorio, basándose en dos grandes pilares: su enorme potencial militar y la religión cristiana. Será esta segunda cuestión precisamente, su catolicismo, lo que lo convierta en el candidato idóneo para erigirse en el brazo armado del Papado.

Figura ecuestre del Emperador Carlomagno.
Además, en este momento, se produce una circunstancia más que facilitará el camino de Carlomagno hacia el título imperial. En Bizancio, la parte oriental del antiguo Imperio Romano, el trono estaba ostentado por una mujer, Irene, quien había logrado desplazar del poder a su hijo Constantino VI. Aprovechó su regencia tras la muerte de su marido, el emperador León IV, para convertirse en la emperatriz de los bizantinos. Esta situación, es decir, la ausencia de un emperador varón, hará que el Papado considere el titulo imperial como vacante y designe a Carlomagno como Emperador.
En este punto cabría preguntarse porqué es el Papa quien otorga tal título. Pues bien, a muchos de vosotros os sonará la denominada "Donación de Constantino", documento descubierto falso siglos más tarde, y que el Papado utilizó durante mucho tiempo para atribuirse el derecho a nombrar los emperadores del Imperio. Según este decreto, el emperador Constantino I donaba al Papa Silvestre I la ciudad de Roma y la capacidad política de gobernar el Imperio Romano de Occidente. Se atribuía pues, poder temporal al Papa, un poder que aplicaría directamente sobre sus territorios (Estados Pontificios) e indirectamente sobre el resto de la cristiandad, al arrogarse el derecho de nombrar reyes y emperadores. De todas formas este es un tema complejo que abordaremos con más detenimiento en otro momento, pues se convirtió en fuente de innumerables conflictos durante toda la Edad Media.
La coronación de Carlomagno supuso el primer intento de organizar el mundo cristiano, un mundo dirigido por las dos espadas, una espiritual, encarnada por el Papa, y otra temporal, el Emperador.
La capital se estableció en Aquisgrán y el Imperio se dividió administrativamente en Condados, aunque algunos territorios conservaron su denominación de reinos, caso de Lombardía o Aquitania. La centralización del poder estuvo representado por los llamados "missi dominici", emisarios imperiales que recorrían el Imperio para controlar el funcionamiento de la administración. La religión cristiana se convirtió en el nexo de unión  de este vasto territorio

División administrativa de la Marca Hispánica.
Las fronteras se organizaron en marcas, territorios sensibles desde el punto de vista bélico que tuvieron como objetivo proteger al Imperio de sus enemigos, actuando como tapones ante eventuales invasiones. En el caso de España, la Marca Hispánica, situada al norte y que se extendía desde Pamplona a Barcelona, es uno de estos ejemplos, pues marcaba la frontera con Al-Andalus y los reinos peninsulares del norte. Todo este territorio de mantuvo bajo poder franco hasta que el Conde Wilfredo el Velloso, el último nombrado por los reyes francos, se independizara y constituyese el Condado de Barcelona, tomado como el origen remoto de Cataluña.


Pero la obra de Carlomagno apenas sobrevivirá a su muerte. Éste tuvo tres hijos los cuales se dividieron el Imperio, aunque la muerte de dos de ellos permitió la unidad del territorio en la persona de su hijo Ludovico Pío. No estuvo a la altura política de su padre y el Imperio de fue sumiendo en una profunda crisis cuyo mejor ejemplo son las encarnizadas luchas que mantendrá con sus hijos por el control del Imperio. Apenas treinta años después, los hijos de Ludovico consumaron la división del Imperio en virtud del Tratado de Verdún (843).

Con Carlomagno el Imperio Franco alcanzó su máximo esplendor, no sólo en el campo político, sino también en el plano cultural. Se llevaron a cabo numerosas reformas, y los más importantes eruditos del momento llegaron a la corte franca, convirtiendo a su capital en fuente de irradiación de cultura. Los carolingios se mantendrán en el trono franco hasta el año 987, momento en el que una nueva dinastía, los Capetos, se hacen con el poder.

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